82) LEY DE LA ATRACCION - ¿Pesamiento o actitud positiva? (Parte 1)

Nota del autor: Este artículo debido a su extensión fue dividido en dos partes, a ser publicados uno semanalmente. A continuación la Parte 1:

 

Cuando titulo este artículo con este interrogante, es una forma de decir que los pensamientos positivos no son un sinónimo de las actitudes positivas; que si bien son similares, esta última está muchos niveles por encima de los mismos pensamientos positivos.

 

Para explicar por qué pienso lo anterior, les narraré una experiencia que comenzó aproximadamente diez meses atrás y que concluyó exitosamente la semana pasada.

 

Primero les haré un pequeño resumen, para después ir comentando paso a paso como fui evolucionando, al enfrentar los inconvenientes que se me fueron planteando respecto a esta historia:

 

El año pasado (el 12 de marzo de 2010) compré dos celulares nuevos (la garantía era de un año), a una compañía distinta de la que yo tenía hasta ese momento. Uno para mi señora y otro para mí.

 

Los dos aparatos que eran exactamente iguales, presentaron problemas de comunicación (pero no en forma constante) desde el comienzo.

 

Como no encontraban la falla, yo pedí al principio que me los cambiaran por otros dos nuevos, pero se negaban a cumplir con mi pedido.

 

Sin embargo el 21 de octubre de 2010 (7 meses después), me cambiaron el celular que le había entregado a mi esposa, por otro “nuevo” que duplicaba el valor del anterior.

 

Mientras que finalmente a mí, el 11 de enero de 2011 (10 meses después), me cambiaron el que yo tenía también por otro nuevo.

 

Y en este caso el celular que me entregaron triplicaba el valor del que había comprado, teniendo hasta GPS. Sin tener en ninguno de los dos casos, que pagar ni un solo peso por la diferencia de valores.

 

Es decir, yo exigía lo que era justo, que me entregaran dos celulares que funcionaran (estaba dentro del tiempo de la garantía) del mismo valor que había pagado; sin embargo terminaron por entregarme otros dos nuevos, que superaban holgadamente los valores que yo había abonado.

 

¿Qué fue lo que hice bien para recibir más de lo que había pedido y que incluso al principio se negaban a cumplir?

 

Para hallar la respuesta a esta pregunta que la encontrarán al final de este artículo, tardé diez meses en darme cuenta, o debería decir, en aprenderla.

 

Para que ustedes entiendan también esa respuesta, arrancaré explicando con sumo detalles todo este proceso; pero sin especificar a qué compañías y marca de celulares me estoy refiriendo, porque de lo contrario estaría tomando venganza y ello no se condice con la ley de la atracción.

 

Antes que nada debo explicar, que yo uso los celulares sólo como un medio de comunicación alternativo a los teléfonos fijos; de tal forma que nunca me interesaron todos los “chiches” que estos traen y que a mayor cantidad de estos tipos de servicios, obviamente mayor es el precio.

 

Es decir, cada vez que compré un celular (esta era la tercer vez) mi único objetivo era que cumpliera la función básica y a tal efecto si bien originales y de marcas reconocidas, pero siempre los elegía de la gama más económica.

 

Y nunca me fallaron en el resultado buscado, el primero lo tuve como 8 años (teniéndolo que cambiar porque la tecnología se actualizó y aparecieron los chips).

 

Mientras que el que compré la segunda vez, si bien me seguía funcionando perfecto, tuve que dejarlo porque la anterior compañía “no procedió” como correspondía en un tema que no vale la pena traer a colación.

 

Así fue que el 12 de marzo de 2010 compré los dos celulares (con línea) de casi $ 200 (aproximadamente unos cincuenta dólares) cada uno, a otra compañía de celulares.

 

Como comenté al principio, algunas veces al hablar, ya sea entre ambos celulares como así también con otros, sucedía que la comunicación se entrecortaba, hacía eco, o no se entendía bien por lapsos de un segundo.

 

Yo al principio (pasando lo mismo con los dos celulares) pensaba que era problema de la antena de la empresa que trasmitía mal la señal. Pero luego hablando con otros que tenían celulares de la misma firma, me di cuenta que el inconveniente provenía de mis aparatos.

 

Así que el 10 de junio de 2010 (tres meses después de comprados) los llevo (primero uno y días después el otro) a que solucionen el problema.

 

No encuentran la falla que les digo, entonces resetean el software, sin embargo el problema persiste.

 

Voy una segunda vez y en este caso me cambian los chips de ambos, los probamos con mi señora unos días, pero la falla seguía apareciendo.

 

Yo a esa altura no entendía lo que pasaba. Si bien la falla era aleatoria (así lo denominan cuando no es continua) y cada vez que lo llevaba no hacía el defecto en ese momento; yo me decía: Sí me pasó en los dos teléfonos recién comprados, también debería pasar en otros, demostrando de esa manera que una tanda había venido fallada.

 

Porque no podía ser que los únicos dos teléfonos que funcionaban mal exactamente igual, eran los míos; sería demasiada casualidad.

 

Así que los llevo nuevamente por tercera vez, y en este caso (a diferencia de las otras veces que los dejaba por 24 hs.) tengo que esperar que lo prueben alternativamente por tres días para poder encontrar la falla.

 

Sin embargo tampoco pueden detectar el defecto que presentaban. Ya en ese momento me estaba cansando un poco, porque parecía que me estaban tomando el pelo. Yo con cada llamada que hacía en algún momento me hacía la falla y ellos que lo tuvieron tres días ¿no les hizo la falla nunca?

 

Porque no era que yo o mi esposa estuviéramos mal del oído, porque me lo habían dicho otros también (sentir que la comunicación se entrecortaba) que habían hablado a mi celular desde otro teléfono.

 

Debo aclarar que todas las veces que fui me dirigí siempre con respeto y nunca levante el tono de la voz.

 

Por otro lado cuando me presenté a retirar el celular por última vez, fui imaginándome (teniendo pensamientos positivos) que lo habían solucionado, o que en su defecto me lo cambiaban por otro nuevo.

 

El tema es que cuando me dicen que no encuentran la falla, me informan que la política de la empresa es cambiar el teléfono por otro y que como consecuencia de ello me dan otro “nuevo”. Y en concordancia con esa política, siempre dan un teléfono de igual precio o superior si es que no tienen en stock uno similar.

 

La cuestión es que al haber llevado primero el mío, me cambiaron dicho teléfono por uno que duplicaba el valor del entregado. Y en ese momento me fui satisfecho (me dieron uno nuevo con su cajita cerrada con plástico y todo), aunque algo que no me di cuenta al principio, no me cerraba del todo.

 

Al llegar a mi casa veo que no tenía la garantía escrita que acompaña a todo teléfono nuevo, pero lo que realmente me indignó es que el teléfono tenía en la memoria del mismo (no del chip) números guardados y 30 fotos sacadas del anterior usuario.

 

Es decir me habían dado un teléfono usado y ni siquiera habían tomado la precaución de borrar la memoria.

 

Cuando voy a quejarme (la cuarta vez) me dicen que en realidad una vez pasada la semana sólo se cambian los teléfonos (por derecho de la garantía y que no se pudieron arreglar) por otros usados reacondicionados y con una garantía de sólo seis meses.

 

Además el empleado me decía que estos teléfonos reacondicionados generalmente son por cambios hechos antes de la semana de comprados, por arrepentimiento del comprador o no sé por qué razón inventada que me dijo.

 

Todo eso me lo comunicó antes de que le mostrara las 30 fotos. Fotos que por sus características se tarda muchísimo más que una semana en tomarlas. El tema era que me encajaron un teléfono, si bien del doble del valor del que había comprado, pero que estaba recontra usado y sin saber si lo habían cuidado como yo hacía con los míos.

 

Ante esa situación ya había hablado además de con los empleados que me recibían los aparatos en la parte técnica, con el representante personal de dicha empresa que estaba a cargo del plan de corporativos de mi colegio profesional, e incluso con la misma supervisora de reparaciones.

 

Sin embargo no me querían dar uno nuevo, ni me querían extender la garantía de ese mismo (del usado).

 

Por otro lado en ese mismo momento había llevado a cambiar el teléfono de mi esposa, el cual, sí me lo cambiaron inmediatamente por otro nuevo (con garantía incluida) que duplicaba su valor.

 

Como ya estaba cansado de ir tantas veces me dije: Bueno, no me dieron dos teléfonos nuevos pero uno es nuevo y es el valor de los dos anteriores y si el usado me dura dos años me conformo igual (que tampoco es el caso porque ahora yo tenía dos teléfonos más caros, pero uno usado y yo al principio había comprado dos nuevos, que sabía que si los cuidaba bien me iban a durar mucho como los anteriores).

 

Incluso al empleado que se encargaba de los corporativos le había dicho con anterioridad, que hasta estaba dispuesto a que me dieran dos teléfonos nuevos de un valor un poco mayor y yo me encargaba de pagar la diferencia; porque le decía, no quiero joder a nadie pero tampoco quiero que me jodan a mí. Pero esa propuesta no la aceptaron.

 

Y finalmente el 4 y 5 de enero el teléfono usado que me habían dado empezó a hacer una falla semejante al anterior; y esta vez actué rápido, el 6 de enero llevé el teléfono (como era de esperar no hizo la falla en ese momento) y como le comenté a la empleada lo que sucedía, directamente quedó tres días para analizar la falla.

 

Nota del autor: Este artículo por su extensión continuará la próxima semana.............

 

A partir de ahora y de aquí en adelante la verdad de la “Palabra” empieza a develarse, el que quiera entender que entienda.

 

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Desde Mar del Plata, Argentina, hacia todo el mundo, Walter Daniel Genga.

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