176) LEY DE LA ATRACCION - El Milagro (Parte 1)

Nota del autor: Este artículo debido a su extensión fue dividido en dos partes, a ser publicados uno semanalmente. A continuación la Parte 1:

 

Este artículo hace más de dos años que debí haberlo escrito, pero ante la vergüenza que me invadía por la promesa que describiré en el presente artículo, es que no me decidía para publicarlo; sin embargo últimamente ingresé en esas etapas negativas para escribir (normalmente lo hago todas las semanas) y ya hace un mes y medio que no publico, e incluso el último lo hice después de dos meses de no escribir.

 

Entonces ante este presente que me bloquea y no me permite calmar mi mente para poder interpretar otros versículos de la Biblia, es que me decido finalmente a escribir este post.

 

Aquí les relataré un hecho que me ocurrió hace siete años y que como consecuencia del mismo, tuve la gracia de ser bendecido por un Milagro; sin embargo no me motiva el contarles esto por egocentrismo, justamente el objetivo de mis artículos es todo lo contrario; pero lo hago porque a causa de lo que aprendí y que explicaré al final de este artículo, podría haber un método para salvar vidas por lo menos en estado terminal.

 

Ahora sí, les comienzo a relatar ese suceso que me ocurrió el 10 de mayo del 2006, 50 días antes de cumplir los 40 años (ver el artículo titulado “Nº 3 - Y el significado del Nº 40”:

 

Eran cerca de las 21 hs y con mi familia llegábamos a nuestra casa (la anterior de la que ahora estoy viviendo).

 

Como nos atrasamos en otro lugar, llegamos tarde para preparar la comida y mi señora a diferencia de lo que hacía normalmente, de ponerse a mirar por la ventana lateral del living hacia el garaje, cada vez que yo entraba el auto por la noche, en está ocasión no lo hizo.

 

Mientras yo iba a abrir el garaje, mi esposa se puso apurada a hacer la comida. Incluso entré el auto, bajé y antes de cerrar el portón, me puse a barrer todas las hojas que estaban acumuladas frente al mismo, ya que al otro día a primera hora iban a venir a ver mi casa (en ese momento la tenía en venta).

 

Obviamente que sólo a un estúpido se le ocurre ello, en medio de la noche y ante los asaltos que normalmente ocurren en la Argentina; sin embargo esa noche yo tuve mi momento de estupidez.

 

Antes de continuar les describiré cómo era la fachada de mi casa en ese momento, de derecha a izquierda (mirando desde la calle): A medio metro de la vereda estaba el dormitorio, luego venía la pared del living que se retraía 1,30 m respecto al dormitorio y frente al cual estaba el porch (donde ocurriría luego el Milagro) y después retrayéndose otro metro de la pared del living, se ubicaba el garaje. Ese diente que formaba el living con una ventana a cada lado (la segunda de sólo 50 cm de ancho) es donde mi esposa debería haber estado desde adentro mirándome entrar el auto.

 

Entonces continuando con el relato, me puse a barrer, aún cuando la intuición me estaba diciendo que ello era muy peligroso. Esto último lo cité tangencialmente como un ejemplo de las intuiciones en el artículo titulado “Nº 14 - Y cómo modificar el destino” donde cité:

 

Hay estadísticas realizadas por ejemplo de las personas que han sufrido asaltos, que minutos antes tuvieron el presentimiento de que serían asaltadas.”

 

Luego de barrer cerré la primer hoja del portón (en total eran tres puertas) y cuando me disponía a cerrar la segunda hoja, sucedió:

 

De derecha a izquierda (mirando desde la calle), venían caminando tres hombres. En un primer momento pasaron por delante del garaje y siguieron hacia la vereda del vecino; sin embargo a último momento se arrepintieron y volvieron sobre sus pasos.

 

Dos de ellos se abalanzaron hacia donde yo estaba. En ese instante en silencio exclamé: “¡Dios mío!”.

 

Esta situación que me empezaba a suceder yo ya la tenía como una posibilidad y sabía que ante dicho acontecimiento, de qué manera iba actuar. Como buen canceriano, “la familia” está por encima de todo, por lo tanto yo jamás iba a poner en riesgo a mi esposa e hijos, siempre preferí y prefiero antes la muerte. Por lo tanto ante el hecho consumado (el asalto en pleno progreso), me quedaban sólo dos opciones:

 

1º) Escapar, o

2º) Luchar sin pegar

 

La primer opción quedó trunca de entrada, porque debido al retiro del garaje mi escape quedo como un embudo y me tomaron afuera del garaje antes de poder correr y ponerme a salvo (lo hice hacia afuera, porque si me atrapaban dentro del mismo sabía que mis posibilidades eran totalmente nulas).

 

Cuando vi venir a los dos primeros sobre mí, en una décima de segundo pensé cómo reaccionar. Si bien desde la escuela aprendí a la fuerza a boxear, para defenderme de todos los grandes (era el más chico en edad y por lo tanto varios me llevaban una cabeza).

 

Porque de la misma manera que yo respetaba a los que eran más chicos que yo, siempre tuve el convencimiento que los más grandes debían respetarme y si no lo hacían, los enfrentaba absolutamente a todos, sin importar su tamaño.

 

Pero en esta ocasión yo no sabía quién era el que estaba armado; por más eficientes que fueran mis golpes, por más que una hipotética sola trompada me hubiese bastado para dejar fuera de combate al primer atacante y una segunda para el siguiente, yo sabía que para cuando llegase frente al tercero, si éste era el que estaba armado, hubiese desenfundado y disparado antes de tener yo alguna mínima posibilidad.

 

Nota al margen: En los asaltos los cobardes se quedan atrás armados y mandan hacia al frente a los peones. Y esta ocasión sería también así; después yo lo verificaría.

 

Entonces ante ese escenario yo me comporté como un cachorro de león; usé toda mi fuerza para tratar de escapar (como un león), luché literalmente para tratar de escurrirme, pero sin lanzar ningún golpe de puño o patada (inofensivo como un cachorro), porque sabía que uno de ellos podía estar armado; esperando simplemente que el tiempo transcurriese y “algo cambiase a mi favor”.

 

En esa lucha fui trasladándome a la fuerza, desde la puerta del garaje hacia el porch, frente a la ventana del living que daba hacia la calle.

 

Al otro día traté de imaginarme cómo me fui desplazando para calcular el tiempo; si bien en ese momento me pareció una eternidad, no debieron de haber transcurrido más de tres minutos “infernales”.

 

La lucha se dio de esta manera: Uno me tomaba de atrás abrazándome sobre mis antebrazos, el otro también desde atrás me tapaba la boca para que no gritara y el tercero que estaba adelante y que era el más alto y grandote, con una sola mano (la izquierda) me tomaba y apretaba mis dos manos, para evitar que yo tratase de liberar mi boca y pedir auxilio; mientras que con la mano que le quedaba libre (la derecha) me pegaba una trompada tras otra, buscando mi ojo izquierdo.

 

Nota al margen: En los asaltos tienen la costumbre de iniciar los golpes sobre los ojos, porque es el punto que más duele y que hace a la victima quebrarse y rendirse con mayor rapidez.

 

Pero como dije más arriba, ante mi experiencia en defenderme en el secundario y mis grandes reflejos, aún cuando estaba sostenido al estilo mafioso, esquivaba un golpe tras otro, sólo con el movimiento de mi cabeza. En esos instantes yo me parecía al argentino Nicolino Locche (fue campeón mundial de Welter Junior y lo llamaban “El Intocable”, porque bajaba la guardia y esquivaba los golpes como gambeteando al adversario).

 

Cuando el chorro que tenía frente a mí, me lanzaba un golpe directo de derecha (buscando mi ojo izquierdo), yo bajaba la cabeza y sólo lograba golpearme la frente; por otro lado cuando me lanzaba un cruzado de derecha (siempre buscando el ojo), yo giraba rápidamente la cabeza y me pegaba en la sien. Así una y otra vez yo evitaba que me golpeara el ojo.

 

Como dije, al principio de esta golpiza, este último me sostenía las manos y yo para tratar de liberar mi boca y pedir auxilio, trataba de soltar mi mano izquierda (soy zurdo) porque era la que tenía más fuerza, cada tanto lo lograba, pero con una consecuencia irreversible.

 

Ante la desesperación de pedir ayuda, cada vez que yo estiraba la mano hacia arriba, me iba destrozando el dedo menique izquierdo por la fuerza con que me sujetaba ese animal mi mano.

 

Nota al margen: A causa de esas lesiones, sufrí rotura total del cartílago articular en la articulación interfalángica distal y articulación interfalángica proximal, con corte del tendón del extensor (arriba) y lesión importante en el tendón del flexor profundo del dedo (abajo). Y luego de dos operaciones de reconstrucción, aunque puedo cerrar el puño, perdí de todas formas el 70% de movilidad del dedo menique izquierdo.

 

No sólo serían golpes de puño los que obtendría; en un momento quien me tenía tomado de atrás, se dejó caer y su peso hizo que me cayera de espaldas, así que además de las trompadas, recibía del grandote que tenía de frente, patadas.

 

En mi memoria quedan grabadas dos o tres trompadas que las veo venir y las esquivo, sin embargo no sucede lo mismo con las patadas; de las que me daría cuenta que recibí cuando al irme a la noche a dormir y con el cuerpo frío, empecé a sentir dolor y percibir que tenía moretones a los costados de las piernas.

 

Sobre el final de esos tres minutos logro soltar mi mano y a su vez retirar la mano de quien me tapaba la boca y pude gritar por un breve momento: ¡POLICIAAA!.

 

Mi hijo de sólo 6 años llega a escuchar algo y le comenta a mi esposa; pero antes que ella se diera cuenta de lo que estaba sucediendo, el desenlace se precipitó.

 

Nota al margen: Las cosas a veces para mal o para bien por algo suceden y esa coincidencia que mi esposa no estuvo mirando por la ventana, tal vez fue una serie de sucesos encadenados que permitieron salvar mi vida.

 

Como comenté, habían pasado casi tres minutos, donde para mí había sido una eternidad y en ese momento yo me dije:

 

No pueden vencerme y puedo seguir en esta condición mucho más tiempo” y a continuación pensé (en realidad era Satanás que me estaba enviando un pensamiento de temor), “Si no pueden vencerme, el que está detrás mío va a sacar un puñal (hasta ahí yo ignoraba quién era el que estaba armado) y me lo va a clavar por la espalda”.

 

Y ahí fue cuando inmediatamente sentí literalmente la presencia del ángel de la muerte. Fue como percibir algo consistente detrás mío, a mi derecha y a la altura de la nuca (es decir, del lado del hemisferio derecho).

 

Les puedo asegurar que no era el chorro que tenía detrás y no me pidan que les explique cómo, pero yo sabía que “ella” me había venido a buscar. Es lo que se llama el Karma; seguramente yo en otra vida me debo de haber mandado alguna macana y el Karma que arrastraba, decía que yo esa noche debía morir. (Ver el artículo titulado “Nº 13 - La ley del Karma y el destino”).

 

Nota del autor: Este artículo por su extensión continuará la próxima semana.............

 

Apocalipsis, 1,3:

 

3- Feliz el que lea estas palabras proféticas y felices quienes las escuchen y hagan caso de este mensaje, porque el tiempo está cerca.

 

A partir de ahora y de aquí en adelante la verdad de la “Palabra” empieza a develarse, el que quiera entender que entienda.

 

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Desde Mar del Plata, Argentina, hacia todo el mundo, Walter Daniel Genga.

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