230) LEY DE LA ATRACCION - Ayudar y ser ayudado (Parte 2)

Nota del autor: Este artículo debido a su extensión fue dividido en seis partes, a ser publicados uno semanalmente. A continuación la Parte 2:

 

Antes de continuar transmitiéndoles lo que fui aprendiendo a fuerza de golpes, debo aclarar que durante ese primer año del secundario, fue cuando más hablé con Dios; de la forma que solo se puede hablar, uno expresa y Él escucha.

 

Es así que a la edad de 12 años (vean la coincidencia de lo que significa esta edad en la Biblia), me comunicaba mucho con Él.

 

Como iba a la mañana a taller, luego volvía a mi casa para almorzar, parte caminando y parte en colectivo, para regresar al poco tiempo para las clases teóricas; cuando volvía por la tarde, entre el tiempo que tenía que dedicar a completar los deberes para el día siguiente y cenar, me quedaba poco tiempo para estudiar las generalmente tres lecciones, para las tres materias que me tocaban al otro día.

 

Así es que sólo podía estudiar bien una lección, más o menos la segunda y directamente elegía cual de las tres materias iba sin estudiar.

 

Una de las veces, descarté para estudiar porque era la materia menos técnica, legales; a la clase siguiente hice lo mismo y así la tercera. En todos los casos, le pedía a Dios que el profesor de esa materia no me llamara y Él me escuchaba; tanto es así que esa tercer vez, el profesor había llamado de la lista en forma intercalada, para pasar al frente a dar la lección, a varios de mis compañeros que “coincidentemente”, eran todos los que estaban justo a mi alrededor (a mi derecha, a mi izquierda, atrás y adelante). Las balas pasaban a mi lado, pero no me tocaban.

 

A la clase siguiente de esa materia, ya me parecía un abuso, entonces decidí estudiar la lección de ese día y descuidar otra materia en su lugar y cuando comenzó la clase de esa materia, le dije a Dios: ¡Si bien no me sé la lección perfecta, estudié lo necesario, así que podes dejar que me llamen!. Ese día el primero en pasar al frente a dar la lección, fui yo.

 

Nota al margen: A lo largo de mis artículos he ido expresando, que fui comunicándome con el Espíritu Santo, por medio de las intuiciones, coincidencias e implantes de pensamientos; sin embargo lo que no dije o en todo caso me olvidé de decir correctamente, fue lo que relaté en el artículo titulado “Nº 103 - La puerta del Abra”. En ese artículo refiriéndome a esa comunicación, dije que recibí un implante de pensamiento:

 

“La noche del 12 de diciembre de 2010 me desperté a la madrugada, en el momento en que me venía a la mente la frase, “La Puerta del Abra”.

 

Sin embargo, en realidad fue una voz masculina que como susurrando al oído, cuando estaba dormido, me expresó: “La Puerta del Abra”.

 

Esa fue hasta ahora, la única vez que el Espíritu Santo se comunicó conmigo con voz propia.

 

Bien, ahora volvamos nuevamente al “ring”.

 

Como dije anteriormente, sólo en mi primer pelea luché con alguien que me llevaba media cabeza de distancia. A partir de mi segunda pelea y todas las que vendrían, mis adversarios eran todos, una cabeza más grande que yo.

 

Ante esta circunstancia, me vi obligado a cambiar mi táctica de boxeo; ya no podía tirar golpes de cross, porque entre que mis contrincantes eran más altos y mis brazos cortos, no podía llegar nunca a golpearlos con este tipo de golpe.

 

Así fue que empecé a usar un sólo golpe y era el directo de zurda, aprendiendo que no sólo el recorrido de este golpe es, como la palabra lo dice “directo”; sino que también es mucho más rápido y sorpresivo, ya que a diferencia del cross, no hay que tomar envión, el golpe sale de una como un resorte, disminuyendo el recorrido y el tiempo de trayectoria, convirtiéndose en el golpe más difícil de predecir.

 

En definitiva yo sólo tiraba directos de izquierda por ser zurdo y así uno tras otro caían con un sólo golpe. Porque mis compañeros se protegían el mentón con la guardia, pero dejaban al descubierto sus ojos; entonces como un misil que buscaba su objetivo, yo ponía mi ojo sobre el ojo de quien quería golpearme, e indefectiblemente daba en el blanco.

 

Y así todas mis peleas terminaban con una sola piña, porque el golpe del ojo es el más doloroso.

 

Esos desgraciados pretendían humillarme delante de mis otros compañeros, en cambio los que me molestaban eran quienes terminaban humillados y por partida doble, ya que con mi directo de zurda sobre el ojo de ellos, no solo hacía que cayeran al suelo como bolsas de papas, sino también llorando (literalmente) de dolor, como nenes de mamá.

 

Todos los años, tenía entre 3 o 4 intentos de amedrentamientos; sin embargo yo me les plantaba de frente y les daba el ultimátum: ¡Me jodés una sola vez más y te rompo la cara a trompadas!

 

Ante el resultado que iban teniendo mis defensas, mi fama de saber defenderme hacia sus efectos; ya que de esos 4 idiotas que pretendían molestarme, luego de darles la advertencia final, tres de ellos se tragaban el ego enterito y pegaban media vuelta, dejándome tranquilo. Aunque siempre había un boludo que seguía adelante, y terminaba indefectiblemente en el suelo y llorando.

 

La carrera de ese colegio duraba seis años y durante los primeros cuatro años, tuve que pelear para hacer defender mis derechos de ser respetado. Los últimos dos años ya no hizo falta pelear, todos me conocían y ya nadie se atrevía a intentar siquiera molestarme.

 

En segundo año, dentro del taller de electricidad, fue mi segunda pelea; otro idiota grandote se atrevió a molestarme y mi directo de zurda le dijo que no.

 

Mis oponentes, como dije, eran todos mucho más altos que yo, incluso cuando tiraba mi trompada, a veces tenía casi que ponerme de punta de pies, para poder llegar con mi mano, a la cara del desgraciado de ese momento.

 

Durante ese sólo año, si bien yo tenía otro apodo, me llamaron “Mano de piedra Durán” (era el apodo de un boxeador de la época).

 

Fueron cuatro años y una sola pelea por año; cada año obtenía más experiencia, pero no era debido a las peleas que iba teniendo efectivamente, sino la experiencia que me dejaban las “otras peleas”.

 

Como dije, cada año había cuatro idiotas que me molestaban, lo que hacía que antes de darles el ultimátum, yo interiormente me preparaba para pelear, encendiéndome como un volcán a punto de explotar, para hacer que la adrenalina recorriese todas mis venas y preparar de esa manera todos mis sentidos para la lucha que estaba por venir.

 

Pero al desactivarse tres de esas peleas, porque mis adversarios reconocían de antemano sus derrotas, provocaba que yo me quedase con una calentura encima, que me duraba varios días. Y me desahogaba reviviendo esa pelea que no fue, visualizándome boxeando con ese idiota que pretendió molestarme.

 

Así luchaba soñando despierto y a veces también durante la noche, cuando me iba a acostar y me imaginaba pegando una trompada tras otra en la cara de ese flaco, al mismo tiempo que yo esquivaba una y otra, las trompadas que éste hipotético rival me lanzaba, sin que ninguna de ellas dieran en mí.

 

Es decir, esas peleas que no habían sido, yo las realizaba igualmente en mi mente como diez veces, a lo largo de los días.

 

Sin saberlo estaba ejercitando la mayor virtud para no dejarse pegar: “Los reflejos”. Y les puedo asegurar que cualquier cosa que practiquen con “sentimiento” en la mente, dará mejores resultados que lo repetido físicamente.

 

En cuatro años (y en mi vida) tuve sólo cuatro peleas concretas, que fueron las del secundario, pero en realidad tuve en mi mente más de cien; siendo las soñadas, las que me dieron la mayor y efectiva experiencia.

 

Vean como sin saberlo, yo había aplicado el concepto básico de la creación de la “realidad futura”, aplicando la visualización acompañada de un sentimiento que brotaba de mi corazón; logrando en definitiva todo lo que yo sentía como cierto en mi mente, aun cuando no había ocurrido y que después se daba en la realidad; y que a continuación se los punteo:

 

1º) Desear con el corazón “ser un gigante”.

2º) Sentir que boxeando “era invencible”.

3º) Visualizar una y otra vez “esas verdaderas peleas ficticias” donde vencía a todos los que enfrentaba.

 

Los que hacían bullying en mi curso serían aproximadamente quince, de los cuales había uno que era el más sanguinario tanto verbalmente como físicamente, era un animal que a mí en particular, además de ser veinte centímetros más alto, me llevaba veinte kilos de ventaja.

 

Este compañero del que les hablo, era el que más molestaba a los más débiles. Incluso yo imaginándome el momento en que pudiera tocarme a mí, me decía (pensando erróneamente, que era el único al cual no podía vencer): ¡El día que me moleste, le voy a poner una piña bien puesta y después voy a dejar que me emboque con dos trompadas y me dejaré caer, para que piense que me venció rápido y evitar recibir una paliza!.

 

Y ello tenía pensado hacerlo así, para que supiera que yo no le tenía miedo, demostrándole que respetaba el código de compañeros de no denunciarse ante los directivos del colegio, pero haciéndole saber mi límite.

 

Sin embargo lo anterior nunca ocurrió. Durante los seis años que lo tuve de compañero, jamás, pero jamás me molestó ni una sola vez, ni física y ni siquiera verbalmente. Como yo no le tenía miedo, el Universo se encargó de alejarlo de mí.

 

Con esto último se demuestra, la enseñanza que se vierte con la Ley de la Atracción: “Si piensas en positivo atraerás hacia ti hechos positivos del mismo calibre.”

 

Aunque mirando a la distancia, ahora siento que me quedé con las ganas de que esa pelea hubiese ocurrido. Me imagino soñando despierto y lanzando al estilo “Rocky”, esa primer piña sobre ese animal……….

 

 

Fuente de donde se tomó la foto: 

http://www.salon.com/2015/01/18/rocky_balboa_just_punched_me_the_neuroscience_behind_our_tears_fears_and_flinches_at_the_movies/

 

Nota del autor: Este artículo por su extensión continuará la próxima semana.............

 

Apocalipsis, 1,3:

 

3- Feliz el que lea estas palabras proféticas y felices quienes las escuchen y hagan caso de este mensaje, porque el tiempo está cerca.

 

A partir de ahora y de aquí en adelante la verdad de la “Palabra” empieza a develarse, el que quiera entender que entienda.

 

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Desde “la playa de las arenas argentadas”, hacia todo el mundo, Walter Daniel Genga.

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