233) LEY DE LA ATRACCION - Ayudar y ser ayudado (Parte 5)

Nota del autor: Este artículo debido a su extensión fue dividido en seis partes, a ser publicados uno semanalmente. A continuación la Parte 5:

 

A causa del descuento que ese día hacia la tarjeta de crédito para cargar nafta, en la estación había una cola de más de media cuadra.

 

La cola era una sola y a medida que los autos llegaban a la entrada de la estación, los playeros (así se denominan a los empleados que trabajan en los surtidores), iban distribuyendo a los clientes en los seis surtidores habilitados para cargar (había dos surtidores más pero que no utilizaban, porque no tenían en ese momento empleados suficientes).

 

Yo habré esperado alrededor de veinte minutos y cuando me toca mi turno y el empleado comienza a cargarme el tanque, aparece uno de esos piolas que siempre hay, que se creen muy vivos y no son más que unos pedazos de pelotudos, que no respetan a los demás y no saben vivir en sociedad; este idiota del que les hablo, literalmente pretendió colarse.

 

Así fue que sin respetar la fila que se estaba haciendo, pasó por delante de todos y se estacionó en ese surtidor que estaba vacío (si bien funcionaba, no estaba habilitado para su utilización).

 

Y en ese momento un auto que estaba dos lugares atrás mío, empieza a decirle a ese conductor, que todos estábamos haciendo la cola y que debía hacer lo mismo, pero en lugar de ello, demostrando ser un pendenciero sin escrúpulos, le respondió que no se metiera en lo que no le importaba.

 

Los playeros no decían nada, porque no querían tener problema con ese hijo de puta. Los demás automovilistas que eran como treinta, tampoco hacían nada, más que observar la situación.

 

Mientras esto pasaba, yo ya había cargado y el playero me había hecho adelantarme unos cinco metros, para dejar cargar al que me seguía, mientras yo tenía que esperar a que él fuera a pasar la tarjeta de crédito por el Posnet.

 

Este automovilista que exigía se respetase la fila, estaba siendo increpado por esa basura (el que no era más alto que yo) y que se había bajado del auto y acercado hasta él, comenzándolo además a amenazarlo con pegarle, si insistía en su pretensión.

 

Nota al margen: Este automovilista que defendía lo que era justo, se había metido en “una camisa de once varas”; porque además de ser un hombre de familia (iba en el auto con su esposa e hijos), se notaba a la legua que no sabía pelear.

 

A esas alturas su esposa viendo que la situación se estaba poniendo “pesada”, había comenzado a gritar asustada y nerviosa, para que su esposo dejara a ese reventado de mierda. Mientras yo en el auto, ya estaba a punto de explotar, viendo esa injusticia que se estaba produciendo.

 

Ahí es cuando preparándome para lo que estaba por venir, abrí mi puerta sólo unos cinco cm, no con la intención de bajar precisamente en ese instante, sino para estar listo y poder bajar rápido, cuando ese idiota le diese el primer golpe al pobre tipo.

 

Entonces en ese momento, mi esposa que me conoce y vio que abrí la puerta, me dijo: ¡Ni se te ocurra bajar!. Y ante esa exclamación, le contesté: ¡Ese tipo está defendiendo el derecho de todos nosotros!, si yo fuera el que estuviera en su lugar, ¿no te gustaría que otro viniera a ayudarme?

 

Pero mi esposa recapacitó inmediatamente y respondiéndome mi pregunta, suspiró y expresó: ¡Está bien, pero bajá sólo si es realmente necesario!. Sí le respondí, bajaré si el hombre es atacado.

 

No pasarían muchos segundos más, que esa porquería le amagó con tirarle un golpe, y ahí me decidí.

 

Nota al margen: Yo no había bajado de entrada, porque primero estaba viendo como se desarrollaban los hechos, al mismo tiempo que estudiaba a mis adversarios; y lo digo en plural, porque yo sabía que si bajaba a pelear, no iba a ser contra uno sino contra dos tipos. Ya que en el auto del que había bajado el que se quería colar, lo acompañaba otro hombre que me sacaba una cabeza de tamaño.

 

Yo estaba preparado para pelear con los dos al mismo tiempo si era necesario, pero había bajado con un plan específico, que era insultar de entrada al primero y escupirlo literalmente en la cara, para provocar su enojo y ser atacado inmediatamente por éste, por dos razones:

 

1º) Una persona que pelea enojada, no piensa sus golpes; por lo tanto sus ataques son menos certeros, al mismo tiempo que su defensa es descuidada. (Yo peleo con el corazón caliente, pero con la cabeza fría como un témpano).

 

2º) Debía provocar que la pelea se iniciará inmediatamente y terminarla como en el secundario, a lo sumo con dos trompadas, antes de que bajara el otro cómplice del auto. Así estaría liberado para pelear después con el grandote.

 

Sin embargo, esto no sucedió (bajar para ir a cagar a trompadas, a esos dos hijos de puta), ya que la situación tuvo para mi persona un desenlace impensado. En el preciso instante, en que tomé con mi mano la manija de la puerta (recuerden que ya estaba semiabierta) solamente para darle un impulso y abrirla completamente, ocurrió “una coincidencia”, que me di cuenta al instante.

 

Esta “coincidencia” fue la siguiente: Justo cuando había decido bajar a defender a ese pobre hombre, por la ventanilla derecha de mi auto (que se encontraba baja), ingresa el brazo del playero que traía el cupón para firmar, de la tarjeta de crédito.

 

Si bien no era necesario que yo me quedara en ese momento en el auto, porque la tarjeta era de mi esposa y la que tenía que firmar era ella; yo de todas formas no bajé, sino que luego de pagar, encendí el auto y me retiré del lugar.

 

¿Por qué, dirán ustedes, abandoné a ese hombre, que un segundo antes había decidido bajar a ayudarlo?. La respuesta es simple:

 

Al producirse esa “coincidencia”, me di cuenta que el brazo que ingresaba al mismo tiempo dentro de mi auto, no era el del playero, sino que este estaba representando al brazo de Dios, que me estaba diciendo: ¡Walter pará, abortá el ataque!

 

Por lo tanto yo en ese instante, como un soldado que obedece las órdenes de su general, me retiré del campo de batalla.

 

Después de haber escrito tantos artículos, analizando y estudiando la metafísica y teología al mismo tiempo, es fácil ir aprendiendo el idioma con que Dios nos habla y comprendiendo por lo tanto, en muchos casos, lo que Él nos quiere transmitir en ese momento; como en esta ocasión, por medio de esa “coincidencia”. Y hasta ustedes que se van compenetrando de esa forma de charlar que tiene Dios, también pueden entender, esa orden que Él me impartió en esa estación de servicio.

 

Pero la pregunta que seguiría a esa acción sería: ¿Qué habrá pasado con ese hombre que no sabía pelear y quedó a la merced de ese pendenciero?. Pues yo estoy 100 % seguro, que no corrió ningún tipo de peligro, porque Dios lo que me quiso decir en ese momento fue, según mis propias palabras:

 

Si uno mismo trata a partir del “deseo”, de ayudar a alguien que lo necesita, aun poniendo a su propia integridad en riesgo; esa acción en sí será suficiente para que el Universo, la mente colectiva, o como quieran llamarlo o definirlo, se encargue de mover los hilos necesarios, para que esa persona que ustedes iban a ayudar, así lo sea, sin que ustedes necesiten intervenir físicamente; porque ya lo hicieron mentalmente. E incluso esto es más efectivo, que esa ayuda física que tenían planeado ejecutar.

 

Por ello, esa tarde Dios me enseñó una lección; Él siempre está ahí presente, para ayudarnos, cuando nosotros queremos ayudar a otro.

 

Pero quedaría pendiente analizar, qué significó esa coincidencia inicial que cité al principio, donde dije que después de treinta años, en el mismo día se me presentaron dos peleas callejeras, con sólo una diferencia de veinte minutos.

 

Nota del autor: Este artículo por su extensión continuará la próxima semana.............

 

Apocalipsis, 1,3:

 

3- Feliz el que lea estas palabras proféticas y felices quienes las escuchen y hagan caso de este mensaje, porque el tiempo está cerca.

 

A partir de ahora y de aquí en adelante la verdad de la “Palabra” empieza a develarse, el que quiera entender que entienda.

 

Si deseas saber más sobre la ley de la Atracción y acceder a un directorio con los mejores enlaces de libros y artículos que tratan sobre la Ley de la Atracción y la Física Cuántica puedes ingresar gratis en http://secretoalexito.jimdo.com

 

Desde “la playa de las arenas argentadas”, hacia todo el mundo, Walter Daniel Genga.

Escribir comentario

Comentarios: 0